domingo, 4 de octubre de 2009

Redacción de Juana la Loca

Juana, después de haber montado a caballo, caminaba sola por los pasillos vacíos del castillo. Era la primera vez que se sentía sola de verdad después de su casamiento con Felipe, mientras escuchaba el eco que se producía cada vez que sus zapatos tocaban el suelo. Eran finales de octubre y durante todo el día había hecho frió y había viento, de manera que Juana estaba muy agradecida cuando entraba en una sala donde le esperaba una chimenea encendida. Pero mientras ella se calentaba las manos, no sabía que al mismo momento, su marido también estaba en una habitación con una chimenea encendida, pero él iba acompañado por una dama de la Corte de Navarra desnuda.

El día siguiente, Isabel, la madre de Juana pasaba por el patio de la Corte de Navarra, y aunque tenía prisa, se paró al escuchar la conversación de dos cortesanos, que estaban hablando sobre las relaciones de Felipe con las damas de la Corte.

Juana, todavía sola, estaba cenando cuando entró en el comedor el mensajero cansado con la carta de Isabel. Y después de romper el sello real de la carta, ella pudo ver escrita la letra de un desconocido que, al dictar de Isabel, había escrito las palabras lastimeras que contaban la historia de su querido marido. Al acabar de leer la carta devastadora dejó caerla en la sopa de tomate que estaba disfrutando, dejando así manchado su vestido blanco de rojo. Después de una breve pausa en que Juana se mantenía inmóvil, cogío su copa de cristal con vino, mientras que pegaba un grito tiró la copa contra la pared. Cuando los últimos rayos solares del día entraban por las ventanas, esa copa se rompió en miles de trozos dejando así un espectáculo de colorines en la pared.
Esa misma noche de que llegó la carta Juana se puso supercelosa, histérica y algo confusa. Después de pensar unas tres horas, como poder vigilar a Felipe, tuvo una gran idea. Pensó: ‘’me camuflaré como una payesa sin que nadie sepa quien soy, me iré hasta el pueblo a ver si por casualidad veo a alguna mujer, pero a cambio de algo se lo tendré que agradecer de alguna manera’’.
Al día siguiente, muy temprano, cuando todo estaba en calma y durmiendo, Juana salió del castillo montando a caballo a toda prisa para ir a ver si encuentra alguna payesa para que la dejen ropa para camuflarse. Llegó a un pueblo y vió a una payesa, ella se sorprendió a ver a Juana por aquí, ya que los reyes nunca salían a ver la gente normal. La mujer al sorprenderse, llevó a Juana hasta su casa para hablar y tomarse un té. Juana le contó todo lo que le había pasado con su marido ya que la mujer parecía amable con ella. La payesa lo comprendió y le dejó un vestido marrón un poco gastado, el vestido era perfecto. Y Juana para darle las gracias a los payeses del pueble le dijo que le bajaran los impuestos y también que les invitara un día a cenar con ella en el castillo. La payesa sorprendida le dió las gracias y que era muy amable y que le ayudaría con mucho gusto y prometió que no le diría esto a nadie. Esa tarde Juana persiguió a Felipe hasta llegar a la Corte, donde a Felipe le esperaba una dama de la Corte al verla Juana casi se desmayó. Pero Juana resiste y le persigue hasta llegar a la habitación al verlo se fue, montando a caballo hasta llegar a su madre Isabel.

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